Antibiótica
Vacunas, importancia de la individualidad biológica y la inmunidad colectiva.
Pocas veces algo tan sencillo ha provocado tanto impacto en la salud mundial como los siguientes dos elementos: el agua potable y las vacunas.
Ninguna medida sanitaria ha beneficiado a tantos seres humanos como el acceso al agua potable y la posibilidad de vacunación.
Cuando no existían vacunas, algunas enfermedades producían cientos de miles de muertes por año. Vale la pena recordar que la “gripe española”, se cobró la vida de 40 millones de personas entre 1918 y 1919. Un hito en la salud pública mundial fue la erradicación de una enfermedad contagiosa y mortal; en efecto, en el año 1980 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró “erradicada” la viruela.
Las campañas de vacunación en todo el mundo han estado administrando vacunas a niños pequeños para protegerlos contra un conjunto de enfermedades comunes en la infancia: difteria, tétanos , sarampión, tos convulsa, tuberculosis y poliomielitis.
Cada vez más, gracias a la obtención de vacunas nuevas y mejoradas, se están añadiendo nuevas enfermedades a este grupo de afecciones infantiles tradicionales que pueden prevenirse con vacunas. Entre ellas figuran la hepatitis A, hepatitis B, enfermedad por Haemophilus influenzae tipo B (Hib), la parotiditis, la enfermedad neumocóccica y meningocócccica, rubéola y; recientemente, la diarrea por rotavirus y los cánceres debidos al papilomavirus humano (VPH). Hoy los programas de inmunización se extienden más a otros grupos de población, como los niños mayores y los adolescentes (enfermedad meningocóccica y enfermedad por VPH), los ancianos (gripe, neumonía, herpes), las poblaciones cerradas (personal sanitario, de seguridad) con hepatitis B y las personas expuestas a enfermedades de prevalencia local (fiebre amarilla o encefalitis japonesa).