La ansiedad, en ocasiones, es parte normal de la vida. Todos nos preocupamos por cosas como los problemas de salud, dinero o los problemas familiares. Sin embargo, las personas con trastorno de ansiedad generalizada se preocupan extremadamente o se sienten muy nerviosas por éstas y muchas otras cosas, incluso cuando hay poca o ninguna razón para preocuparse. No les es fácil a las personas con trastorno de ansiedad generalizada controlar su ansiedad y mantenerse concentradas en las actividades diarias. Lo bueno es que el trastorno de ansiedad generalizada se puede tratar.

El trastorno de ansiedad generalizada se desarrolla lentamente, y suele comenzar durante la adolescencia o la adultez temprana. Las personas con este trastorno pueden:
– Preocuparse demasiado por las cosas cotidianas
– Tener problemas para controlar sus preocupaciones o sentimientos de nerviosismo
– Ser conscientes de que se preocupan mucho más de lo que deberían
– Sentirse inquietas o tener dificultad para relajarse
– Tener problemas para concentrarse
– Sorprenderse fácilmente
– Tener problemas para dormir o para permanecer dormidas
– Sentirse cansadas todo el tiempo
– Tener dolores de cabeza, musculares o del estómago o molestias inexplicables
– Tener dificultad para tragar
– Tener temblores o tics (movimientos nerviosos)
– Sentirse irritables o nerviosas
– Sudar mucho, sentirse mareadas o que les falta el aire
– Necesitar ir al baño a menudo

Los adultos con este trastorno a menudo son sumamente nerviosos sobre situaciones diarias como:
– Seguridad laboral o el rendimiento en el trabajo
– Salud
– Finanzas
– Salud y bienestar de sus hijos
– Atrasarse
– Completar las tareas del hogar y cumplir con otras responsabilidades

Tanto los niños como los adultos con trastorno de ansiedad generalizada pueden experimentar síntomas físicos que dificultan su funcionamiento y que interfieren con la vida diaria. Los síntomas pueden mejorar o empeorar en diferentes momentos, y a menudo son peores durante los momentos de estrés, como con una enfermedad física, en la época de los exámenes en la escuela o durante un conflicto familiar o problemas con una pareja o amigos.

Los investigadores han descubierto que hay varias partes del cerebro, así como procesos biológicos, que desempeñan un papel clave en el miedo y la ansiedad. Al aprender más sobre cómo funcionan el cerebro y el cuerpo en las personas con trastornos de ansiedad, es posible que los científicos logren crear mejores tratamientos. Los investigadores también están tratando de averiguar cómo el estrés y los factores ambientales influyen en el desarrollo de este trastorno.

Por lo general, el trastorno de ansiedad generalizada se trata con psicoterapia, medicamentos o una combinación de ambos.

Todo el mundo se siente triste o decaído de vez en cuando, pero estos sentimientos suelen desaparecer en poco tiempo. La depresión, también llamada “depresión clínica” o “trastorno depresivo”, es un trastorno del estado de ánimo que causa síntomas de angustia, que afectan cómo se siente, piensa y coordina las actividades diarias, como dormir, comer o trabajar. Para recibir un diagnóstico de depresión, los síntomas deben estar presentes la mayor parte del día, casi todos los días, durante por lo menos dos semanas.

Es uno de los tipos de depresión más frecuente. Se caracteriza por la presentación de síntomas de depresión la mayor parte del día, casi todos los días, durante por lo menos dos semanas y éstos interfieren con la capacidad para trabajar, dormir, estudiar, comer y disfrutar de la vida. Es posible que una persona tenga un solo episodio de depresión mayor en su vida, pero es más frecuente tener varios episodios.

La tristeza es solo una pequeña parte de la depresión. Es posible que algunas personas con depresión ni siquiera se sientan tristes. Las personas pueden tener síntomas diferentes. Algunos síntomas de depresión incluyen:
– Sentimientos persistentes de tristeza, ansiedad o “vacío”
– Sentimientos de pesimismo o falta de esperanza
– Sentimientos de culpabilidad, inutilidad o impotencia
– Pérdida de interés o placer en las actividades y los pasatiempos
– Pérdida de energía, fatiga o sensación de que está más lento
– Dificultad para concentrarse, recordar o tomar decisiones
– Dificultad para dormir, despertarse temprano por la mañana o dormir demasiado
– Cambios en el apetito o el peso
– Pensamientos de muerte o suicidio, o intentos de suicidio
– Inquietud o irritabilidad
– Dolores y molestias, entre ellos, dolores de cabeza y calambres, o problemas digestivos, sin una causa física aparente, o que no se alivian ni con tratamiento.

Una vez diagnosticada, idealmente la depresión se trata con la combinación de medicamentos y psicoterapia.

La epilepsia es un trastorno del sistema nervioso central en el que la actividad cerebral se vuelve anormal, lo que provoca crisis epilépticas como convulsiones o períodos de comportamientos o sensaciones inusuales y, a veces, pérdida de conciencia.

Cualquier persona puede desarrollar epilepsia. La epilepsia afecta tanto a hombres como a mujeres de todas las razas, orígenes étnicos y edades, aunque es más frecuente antes del primer año de vida o después de los 60 años de edad.

Los síntomas de las crisis epilépticas pueden variar ampliamente. La convulsión (inicio repentino de espasmos musculares generales y repetitivos) es la forma más conocida de crisis epilépticas, pero pueden manifestarse de diferentes formas: segundos en que la persona deja de hacer lo que estaba haciendo y se queda mirando a un punto fijo sin darse cuenta de lo que pasa a su alrededor, pérdida de conciencia con caída, etc.
Tener una sola crisis no significa que padezcas epilepsia.

Son muchas las posibles causas de las epilepsias. Sin embargo, en la mitad de los casos, se desconoce la causa. En otros casos, los trastornos epilépticos están claramente vinculados a factores genéticos, anomalías del desarrollo cerebral, infección, lesión cerebral traumática, accidente cerebrovascular, tumores cerebrales u otros problemas identificables. Cualquier circunstancia que interfiera con el patrón normal de la actividad neuronal puede causar una crisis epiléptica. Esto puede incluir una enfermedad, una lesión cerebral o el desarrollo anormal del cerebro.

El tratamiento con medicamentos puede controlar las crisis en la mayoría de las personas que tienen epilepsia, lo que les permite desarrollar plenamente sus actividades diarias. Algunas personas requieren tratamiento de por vida para controlar las crisis, sin embargo, en otros casos, éstas eventualmente desaparecen. Algunos niños con epilepsia pueden superar la enfermedad con la edad.

El trastorno bipolar es un trastorno mental que puede ocasionar cambios inusuales, a menudo extremos y fluctuantes en el estado de ánimo, el nivel de energía y de actividad, y la concentración. Todas las personas tienen altibajos normales, pero el trastorno bipolar es diferente. La variedad de cambios en el estado de ánimo puede ir de un extremo a otro.

En los episodios maníacos, una persona puede sentirse muy feliz, irritable u optimista, y hay un marcado aumento en el nivel de actividad. En los episodios depresivos, la persona puede sentirse triste, indiferente o desesperada, además de mostrar un nivel de actividad muy bajo. Algunas personas tienen episodios hipomaníacos, que son como episodios maníacos, pero son menos graves y problemáticos.

La mayoría de las veces, el trastorno bipolar se presenta o comienza durante los últimos años de la adolescencia o cuando inicia la edad adulta. En ciertas ocasiones, los síntomas bipolares pueden presentarse en niños.

Aunque los síntomas aparecen y desaparecen, el trastorno bipolar requiere de tratamiento de por vida y no cesa por sí solo. El trastorno bipolar puede determinar dificultades evidentes en las actividades cotidianas, como el trabajo, la escuela, las actividades sociales o las relaciones.

Los síntomas del trastorno bipolar pueden variar. Una persona con trastorno bipolar puede tener episodios maníacos, episodios depresivos o episodios “mixtos”. Un episodio mixto presenta síntomas maníacos y depresivos. Estos episodios anímicos, o de cambios en el estado de ánimo, ocasionan síntomas que duran una o dos semanas y a veces más.

Durante estos episodios, los síntomas duran la mayor parte del día, todos los días. Los episodios anímicos son intensos. Los sentimientos son fuertes y ocurren junto con cambios en el comportamiento y en los niveles de energía o de actividad, algo que pueden observar las demás personas.

Algunas personas con trastorno bipolar pueden tener síntomas más leves que otras que también lo tienen. Por ejemplo, los episodios hipomaníacos pueden hacer que la persona se sienta muy bien y sea muy productiva, y es posible que no sienta que algo está mal. Sin embargo, la familia y los amigos pueden notar que los cambios en el estado de ánimo y en los niveles de actividad muestran un comportamiento diferente que el de costumbre, y usted puede caer en una depresión grave después de los episodios hipomaníacos leves.

Si bien el trastorno bipolar puede aparecer a cualquier edad, generalmente se diagnostica en la adolescencia o poco después de los 20 años. Los síntomas pueden variar de una persona a otra y pueden cambiar con el paso del tiempo.

La manía y la hipomanía son dos tipos diferentes de episodios, pero tienen los mismos síntomas. La manía es más grave que la hipomanía y causa problemas más notorios en el trabajo, la escuela y las actividades sociales, así como dificultades en las relaciones.

Además, la manía puede provocar una desconexión de la realidad (psicosis) y requerir hospitalización.

Tanto los episodios maníacos como los hipomaníacos comprenden tres o más de los siguientes síntomas:
– Episodios anormales de optimismo, nerviosismo o tensión
– Aumento de actividad, energía o agitación
– Sensación exagerada de bienestar y confianza en sí mismo (euforia)
– Menor necesidad de dormir
– Locuacidad inusual
– Frenesí de ideas
– Distracción
– Tomar malas decisiones, como hacer compras compulsivas, tener prácticas sexuales riesgosas o hacer inversiones absurda

Un episodio depresivo mayor consiste en síntomas que son lo suficientemente graves para causar dificultades evidentes en las actividades cotidianas, como el trabajo, la escuela, las actividades sociales o las relaciones. Un episodio comprende cinco o más de los siguientes síntomas:
– Estado anímico depresivo, como sentirse triste, vacío, desesperanzado o tener ganas de llorar (en niños y adolescentes, el estado anímico depresivo puede manifestarse como irritabilidad)
– Marcada pérdida del interés o de la capacidad para sentir placer en todas —o en casi todas— las actividades
– Adelgazamiento importante sin hacer dieta, aumento de peso, o disminución o aumento del apetito (en niños, la imposibilidad para aumentar de peso según lo esperado puede ser un signo de depresión)
– Insomnio o dormir demasiado
– Agitación o comportamiento más lento
– Fatiga o pérdida de la energía
– Sentimientos de inutilidad, o culpa excesiva o inadecuada
– Disminución de la capacidad para pensar o para concentrarse, o indecisión
– Pensar en el suicidio, planificarlo o intentarlo

Se desconoce la causa exacta del trastorno bipolar. Sin embargo, diversas investigaciones sugieren que no hay una sola causa, sino que es posible que haya una combinación de factores que contribuyen al trastorno bipolar.

– Diferencias biológicas: Las personas con trastorno bipolar tienen cambios físicos en el cerebro. La importancia de estos cambios aún es incierta, pero con el tiempo puede ayudar a identificar las causas.

– Genética: El trastorno bipolar es más frecuente en personas que tienen un familiar de primer grado (como hermanos o padres) con esta enfermedad. Sin embargo, la mayoría de las personas con antecedentes familiares de trastorno bipolar no presentan la enfermedad. Los investigadores están buscando genes que puedan intervenir en el origen del trastorno bipolar.

– Factores de riesgo: Los factores que pueden aumentar el riesgo de padecer trastorno bipolar o que pueden actuar como desencadenantes del primer episodio son:
– Tener un pariente consanguíneo (como padre o hermano) con trastorno bipolar
– Períodos de mucho estrés, como la muerte de un ser querido u otras experiencias traumáticas
– Abuso de alcohol o de drogas

A pesar de los extremos anímicos, las personas que padecen trastorno bipolar a menudo no reconocen hasta qué punto su inestabilidad emocional altera su vida y la de sus seres queridos, y no reciben el tratamiento que necesitan.

Aunque el trastorno bipolar es una afección de por vida, es posible controlar los cambios en el estado de ánimo y otros síntomas siguiendo un plan de tratamiento.
Consulta al médico o a un profesional de salud mental si tienes algún síntoma de depresión o de manía. El trastorno bipolar no mejora solo.

La esquizofrenia es un trastorno mental grave y por el cual las personas interpretan la realidad de manera anormal: afecta la forma cómo una persona piensa, siente y se comporta.

Las personas con esquizofrenia pueden tener delirios, alucinaciones, trastornos graves en el pensamiento y el comportamiento, que afectan el funcionamiento diario y pueden ser incapacitantes. Pueden escuchar voces o ver cosas que no están allí. Pueden pensar que otras personas están leyendo sus mentes, controlando sus pensamientos o intentando hacerles daño. Estos comportamientos pueden asustar y desconcertar a las personas con la enfermedad y hacer que se aíslen de los demás o se pongan sumamente agitados. También puede hacer que sea aterrador o desconcertante para las personas que los rodean.

A veces hablan sobre cosas extrañas o inusuales, lo que puede dificultar el mantener una conversación con ellos. Pueden sentarse durante horas sin hablar ni moverse. A veces, las personas con esquizofrenia parecen estar perfectamente bien hasta que hablan de lo que están pensando.

Estas personas necesitan recibir tratamiento durante toda la vida. El tratamiento temprano puede ayudar a controlar los síntomas antes de que se desarrollen complicaciones más graves y puede mejorar el pronóstico a largo plazo.

Es importante reconocer los signos y los síntomas de la esquizofrenia y buscar ayuda cuando recién comienzan. Los signos suelen aparecer entre los 16 y 30 años. En casos raros, los niños también pueden tener esquizofrenia.

Los síntomas de la esquizofrenia se dividen en tres categorías: positivos, negativos y cognitivos.

Los síntomas “positivos” se conocen como positivos porque son comportamientos adicionales que generalmente no se ven en las personas sanas. Para algunas personas, estos síntomas van y vienen. Para otras, los síntomas se estabilizan con el tiempo. Estos síntomas pueden ser graves, aunque en otras ocasiones, no se notan. Los síntomas positivos incluyen:

– Alucinaciones: cuando una persona ve, oye, huele, sabe o siente cosas que no son reales. Muchas personas que tienen este trastorno oyen voces. Las personas que oyen voces pueden haber estado escuchándolas por mucho tiempo antes de que sus familiares y amigos se den cuenta de que tienen un problema.

– Delirios: cuando una persona cree cosas que no son ciertas. Por ejemplo, una persona puede creer que las personas que salen en la radio o en la televisión están hablando directamente con él o ella. A veces las personas que tienen delirios pueden creer que están en peligro o que otros están tratando de lastimarlos.

– Trastornos del pensamiento: cuando una persona tiene formas extrañas o ilógicas de pensar. Las personas con trastornos del pensamiento pueden tener problemas para organizar sus ideas. El pensamiento desorganizado se infiere a partir del habla desorganizada. A veces una persona deja de hablar en medio de un pensamiento o inventa palabras sin sentido.

– Trastornos del movimiento: cuando una persona exhibe movimientos corporales anormales. Puede repetir ciertos movimientos una y otra vez, lo que se conoce como estereotipias. En el otro extremo, puede dejar de moverse o de hablar por algún tiempo, un estado poco común llamado catatonia.

Los síntomas “negativos” se refieren a abstinencia social, dificultad para mostrar emociones o problemas para funcionar normalmente. Las personas con síntomas negativos pueden requerir ayuda con las tareas diarias. Los síntomas negativos incluyen:
– Hablar con voz apagada
– Falta de expresión facial, como una sonrisa o el ceño fruncido
– Dificultad para sentir la felicidad
– Problemas para planificar y mantener una actividad, como ir al supermercado
– Hablar muy poco con otras personas, incluso cuando es importante

Los síntomas negativos son más difíciles de reconocer como parte de la enfermedad y pueden confundirse con la depresión u otros problemas.

Los síntomas cognitivos no son fáciles de ver, pero pueden dificultar que la persona mantenga un trabajo o se cuide. El nivel de la función cognitiva es uno de los mejores indicadores de la capacidad de una persona para mejorar su funcionamiento general. A menudo, estos síntomas se detectan solo cuando se realizan pruebas específicas. Los síntomas cognitivos incluyen:
– Dificultad para procesar información para la toma de decisiones
– Problemas para usar información inmediatamente después de aprenderla
– Dificultad para prestar atención

La mayoría de las personas con esquizofrenia no son violentas. Si una persona tiene síntomas de esquizofrenia, es importante ayudarle a recibir tratamiento lo más rápido posible. El riesgo de violencia es mayor cuando la esquizofrenia no se trata, ya que la enfermedad puede empeorar con el tiempo. Las personas con esquizofrenia son mucho más propensas que las personas sin la enfermedad a ser víctimas de la violencia de otros o a hacerse daño a sí mismas.

Es común que las personas con esquizofrenia tengan problemas de consumo de drogas ilícitas y alcoholismo. Para lograr una recuperación, es esencial que el programa de tratamiento incluya tratamiento para ambas enfermedades porque el consumo indebido de drogas y el alcoholismo pueden interferir con el tratamiento para la esquizofrenia.
El consumo de drogas puede aumentar el riesgo de suicidio, traumas y la falta de vivienda en personas con esquizofrenia, así como el riesgo de otras enfermedades mentales.

No se conocen las causas de la esquizofrenia, pero los investigadores piensan que la combinación de la genética, la química del cerebro y el ambiente contribuye al desarrollo de este trastorno.

A pesar de que se desconoce la causa exacta de la esquizofrenia, ciertos factores parecen aumentar el riesgo de desarrollar o desencadenarla, entre ellos los siguientes:
– Antecedentes familiares de esquizofrenia
– Algunas complicaciones durante el embarazo y el nacimiento, como malnutrición o exposición a toxinas o virus que pueden afectar el desarrollo del cerebro
– Consumo de drogas que alteran la mente (psicoactivas o psicotrópicas) durante la adolescencia y la juventud

Los científicos han aprendido mucho sobre la esquizofrenia, pero se necesitan más investigaciones para ayudar a explicar sus causas.

Las personas con esquizofrenia a menudo no son conscientes de que sus dificultades se deben a un trastorno mental que requiere atención médica. Así que a menudo la familia o los amigos son los que deben conseguirles ayuda.

Si crees que alguien que conoces puede tener síntomas de esquizofrenia, habla con esa persona sobre tus preocupaciones. Aunque no puedes obligar a alguien a buscar ayuda profesional, puedes ofrecer apoyo y ayudar a tu ser querido a encontrar a un médico calificado o a un profesional de salud mental.